Se denomina obsolescencia programada o planificada a la determinación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo que tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible. En realidad, es el motor secreto de nuestra sociedad de consumo.
La obsolescencia planificada o programada, surgió al mismo tiempo que la producción en masa y la sociedad de consumo. Las máquinas producían los productos mucho más rápido y de manera más económica. Claro, esto era muy bueno para los consumidores, ya que descendieron los precios y muchos productos fueron más asequibles. Sin embargo, los fabricantes estaban preocupados, ¿cuánto podría durar esta época dorada? ¿Qué pasaría cuando todo el mundo lo tuviera todo?
Esto dio lugar a que algunos fabricantes comenzaran a modificar su manera de fabricar sus productos para potenciar la sociedad de consumo.
De tal manera que se pueden diferenciar diversos tipos de obsolescencia programada
- Obsolescencia estética: en los años 50 la obsolescencia programada resurgió, pero en esta ocasión no se trataba de obligar al consumidor, sino de seducirle. Era el deseo del consumidor de poseer algo, un poco más nuevo, un poco mejor y un poco antes de lo “necesario”. En la América de la posguerra se crearon electrodomésticos, coches y trenes de diseño contando siempre con la obsolescencia programada. El diseño y el marketing seducían siempre al consumidor para que adquiriera el último modelo. Este estilo de vida americano de los años 50, sentó las bases del consumo actual.
- Obsolescencia indirecta: generalmente debido a la no posibilidad de reparar un producto por falta de repuestos adecuados. Por ejemplo, si se pierde el cargador de un teléfono y no se puede encontrar uno, entonces nos vemos obligados a comprar otro teléfono.
- Obsolescencia de la incompatibilidad: Se da cuando un producto se queda obsoleto porque las actualizaciones de dicho producto no son compatibles con las anteriores. Uno de los ejemplos más claros de este tipo de obsolescencia es el caso del software que ya no funciona al actualizar el sistema operativo.
- Obsolescencia de funcionamiento: casos de productos diseñados para operar un cierto número de ciclos. Una impresora que al llegar a un número determinado de copias deja de funcionar. En estos casos el producto está deliberadamente “trucado” para acortar su vida a un número determinado de horas.
- Obsolescencia del servicio posventa: diseñado para que el consumidor esté más inclinado a comprar un producto en lugar de repararlo, en parte debido a los tiempos de reparación, precios y la dificultad de encontrar las adecuadas piezas de recambio.
- Obsolescencia psicológica: Derivada de las grandes estrategias publicitarias para hacer creer a los consumidores que los productos existentes ya están obsoletos. La frase “eso ya está pasado de moda”, es un claro ejemplo de este tipo de obsolescencia, y que se encuentra muy arraigado dentro de nuestra sociedad actual.
- Obsolescencia por caducidad: Reduce artificialmente la vida de un producto. Esto ocurre principalmente en la industria alimenticia, acortando la “fecha de caducidad” o “consumir preferentemente antes de”, cuando en realidad el producto se encuentra en perfecto estado.
- Obsolescencia ecológica: Bajo el argumento ecologista, se justifica el abandono de productos más antiguos y se promueve la adquisición de nuevos productos, bajo el argumento de que son menos dañinos para el medio ambiente. Aunque también aumentan significativamente los residuos, que no siempre están bien gestionadas. Este tipo de obsolescencia está directamente relacionada con el “greenwashing” o lavado de cara “verde” empresarial.

Los intereses de los usuarios parecen chocar con los de los fabricantes de teléfonos y una industria que está en el punto de mira de las organizaciones de consumidores y las autoridades, por sus supuestas prácticas relacionadas con la obsolescencia programada. Sólo hay que recordar algunos casos que han salido a la luz en las últimas semanas.
El más sonado posiblemente sea el de Apple, ya que a principios de año la justicia francesa abrió una investigación preliminar al gigante Apple por una supuesta «obsolescencia programada» de ciertos modelos de iPhone; reconociendo la compañía estadounidense que ralentizaba voluntariamente el rendimiento de algunos de sus teléfonos cuando empezaba a fallar la batería.
Otra noticia actual relacionada, es la que podéis encontrar en el siguiente enlace: http://www.elmundo.es/tecnologia/2017/07/11/59647d7dca4741c70b8b4597.html , ya que el Parlamento Europeo creó hace unos meses una comisión de estudio para impulsar una serie de medidas para luchar contra la obsolescencia programada, como dotar de incentivos fiscales los productos que apuesten por la durabilidad y que sean fácilmente reparables, permitir al consumidor que pueda reparar sus dispositivos con cualquier proveedor y no sólo con los elegidos por las propias empresas, además de crear una etiqueta europea voluntaria para las empresas que incluya, entre otras cosas, la durabilidad del producto y el diseño ecológico.
Otro artículo publicado en elPeriódico el 26 de enero señalaba que en Francia, una iniciativa promovida por los ecologistas, ha conseguido penalizar la obsolescencia programada (la planificación consciente, por parte del fabricante, de la duración de un producto con fines lucrativos) con penas de prisión y de hasta 300.000 euros de multa.
La Comisión Europea, por su parte, está estudiando una iniciativa que a partir de 2020 obligará a los fabricantes a informar de la durabilidad real para la que se ha diseñado un aparato y del coste previsible de su reparación. En España, por ahora, hay una laguna legal que permite el uso de esta práctica comercial sin trabas.
Parece que al fin las autoridades están empezando ha movilizarse, pero todavía queda mucho camino por recorrer.
La obsolescencia programa es un gran problema en diversos aspectos, por un lado creemos gastar menos al comprar más barato, pero al crearnos una dependencia de compra sobre productos poco duraderos, terminamos comprando más caro.
Por otro lado, nos imponen que consumamos en exceso, pero vivimos en un mundo de recursos limitados, lo que produce un aumento exponencial del agotamiento de los recursos naturales y un incremento del importante problema medioambiental que nos va mostrando cada día sus consecuencias.
En ese mismo sentido, generamos gran material de desecho que contamina el propio planeta en el que vivimos y genera mayores desigualdades entre países, enviando los desechos a regiones del mundo que se convierten en enormes vertederos...
En definitiva, compramos cosas diseñadas para no durar y todavía la ley nos protege de eso.
¿Pero cómo podemos nosotros colaborar en reducir la obsolescencia programada? Además de seguir presionando y mostrando pruebas concretas de casos de obsolescencia programada para que puedan ser juzgados, podemos realizar compras más responsables, que aunque cuesten más, aseguremos que los productos van a tener una vida útil más larga y que son más respetuosas con el medio ambiente entre otros. Asimismo reforzar la idea de reparar antes que tirar, aunque los fabricantes lo pongan cada vez más complicado. Comprar productos de segunda mano... y para ello sobre todo tenemos que informarnos.
Espero con está entrada haber colaborado en la difusión del problema y fomentado iniciativas para su solución.
Con esa idea también muestro a continuación el documental "Comprar, tirar, comprar", como vehículo de información que inspire debates.
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